cabecera pau ninja podcast

Creó una isla paradisíaca por 20.000 euros

Escuchar aquí
autor del podcast

Autor: Pau Ninja
Último episodio en junio, 2023

Carlos de Ory no tenía suficiente con crear varios negocios online y empresas en distintos países, que ahora ha decidido crear una «isla de las tentaciones» versión emprendedores. En la comunidad habíamos compartido este proyecto de inversión e inmobiliario así que no pude evitar invitarlo para sonsacarle todos los pros y contras de tener un adosado en una isla de Indonesia.

👨🏻‍🚀 Invitado
📌 Recursos mencionados
  • The Startup Island: la isla para invertir y emprendedores que Carlos ha creado, con toda la información.
  • 100€ de descuento si les comentas en el formulario que has escuchado sobre la isla en el podcast.
  • Dosier con toda la información si te inscribes.

Mi mujer y yo hemos vivido en dos islas del Pacífico durante los últimos ocho años. Salimos huyendo del bullicio y la contaminación de Madrid. Lo que nos llevó a vivir en una isla paradisíaca fue más que la tentación de la calidez constante, las brisas templadas y el agua salada. Había algo misterioso que cautivó a nuestro espíritu viajero. Y a día de hoy creemos que es la mejor decisión que hemos tomado.

Amor a primera vista

Queríamos vivir en una isla paradisíaca barata, así que aterrizamos en Saipán (una diminuta isla de Micronesia) con menos de 5000 euros de ahorros y sin ninguna preocupación por el dinero. Encontramos dos puestos de profesores en una escuela privada situada sobre una colina con vistas a una laguna de color azul turquesa.

El director nos eligió a medianoche, cuando el aire de agosto era espeso como la miel y pesado como una manta de invierno. Para cuando metimos las maletas en el maletero, se había formado un pequeño charco de sudor a nuestros pies.

En la calle principal se podían ver las luces de los escaparates, y también podían avistarse los barcos de pesca en el agua tendiendo las redes bajo unas estrellas que allí parecían un poco más brillantes. Dejamos atrás la costa, condujimos hasta lo alto de la Navy Hill y nos acomodamos en nuestra cabaña, oculta detrás de unos grandes plataneros mientras contemplábamos la fauna silvestre.

El asombro es un estado mental

Antes de mudarme a Saipán, solía pensar que hasta las peores circunstancias de la vida podían ser superables siempre que pudiera vivir en una isla paradisíaca. Pero esto sólo es cierto si puedes mantener tu asombro cada día.

A riesgo de cometer una blasfemia, las puestas de sol se convirtieron en rutinarias, el intenso azul turquesa del Pacífico empezó a pasar desapercibido y los ruidos de la selva que en su momento eran una fuente de curiosidad aventurera pronto se desvanecieron hasta ser ruido blanco, como una máquina de ruido de las que se usan para hacer dormir a los bebés.

En poco tiempo, el asombro que sentí cuando llegué por primera vez a esa diminuta isla acabó sofocado por la familiaridad. El paisaje dejó de significar más que una nube que pasa por el cielo, mientras el tambor de la vida seguía marcando el ritmo de lo previsible.

La normalidad es aburrida si lo permites

Pronto aprendí que, por muy encantadores que fueran, los paisajes de una isla paradisíaca barata no  son suficientes como para justificar de verdad vivir en ella. Así que ahí me encontraba, enfrentado de nuevo a lo ordinario después de un año explorando cada centímetro de ese paraíso.

Ya no tenía ganas de ir a la playa todos los días, ni de tomar Mai Tais mientras el mar bañaba mis pies. El entorno se había vuelto normal, aburrido y conocido. Así que empecé a esforzarme de verdad en estar alegre. Ya no me sentía un extranjero, así que usé la gratitud y la consciencia como guías para reavivar el hechizo.

La ley del enfoque

Soy un firme defensor de “convertirte en aquello que contemplas”. El cambio y el crecimiento se basan en la inspiración, no en la manipulación. De forma similar, nuestro aprecio (o la ausencia de él) por los lugares en los que vivimos crece o muere dependiendo del aprecio y el reconocimiento de las bondades que ofrece el hogar.

Todos los pueblos y ciudades tienen algo que dar, algo inusual que hace que merezca la pena vivir en ellos. Las épocas que he vivido en el extranjero pueden atestiguar este sentimiento. Esto incluye las épocas que disfruté al en vivir en una isla paradisíaca. En mi caso, he aprovechado al máximo los lugares en los que he vivido. He intentado enfocarme hacia las bondades y dejar que el ruido y el estrés de la ciudad pasaran desapercibidos.

Un cambio de escenario

Al tercer año de vivir en Saipán, un tifón azotó la isla. A la mañana siguiente nos despertamos y esa isla paradisíaca barata parecía el apocalipsis. Había coches boca abajo, palmeras caídas sobre la carretera y postes de teléfono partidos en trozos, como si un gigante los hubiera roto pensando que eran ramas pequeñas.

Por mucho que el caos hubiera provocado un estado de agitación en mi interior, lo que de verdad me impactó fueron las noches siguientes. No teníamos electricidad ni generador. Era pleno agosto, el mes en el que el calor y la humedad se podían cortar con un cuchillo.

Si hubiéramos abierto las puertas, los mosquitos habrían entrado para picar a nuestro bebé recién nacido, que habría acabado con la piel enrojecida y llena de picores. Pero si manteníamos las puertas cerradas, nos asábamos a fuego lento.

Aunque al principio buscábamos una isla paradisíaca barata, nuestra mudanza a la Isla Grande de Hawái pareció una revelación fortuita. Me habían ofrecido una increíble oportunidad de trabajo. Después de hacer una visita y de volver a Saipán, decidimos despedirnos de nuestra isla diminuta para pasar a vivir en una isla paradisíaca más grande que prometía ofrecer características muy parecidas a las que llegamos a amar.

Bebés y una hipoteca

La llegada a la Isla de Hawái nos pareció muy distinta a la llegada a Saipán. Teníamos un bebé pequeño y otro de camino, además de una hipoteca atada a nuestros cuellos.

Pero cada vez que se daba la oportunidad, convencía a mi mujer para hacer una excursión en coche con la esperanza de explorar nuestro nuevo hogar, animados por ese espíritu viajero tan familiar que se había reavivado. Sin embargo, esos días acabaron siendo cada vez más escasos a medida que los pañales se iban amontonando y las facturas ocupaban mi mente. La normalidad se impuso mucho más rápido que en Saipán. Y es que la realidad y las responsabilidades pronto taparon el asombro con una capa de serrín.

El reemplazo

Vivir en una isla paradisíaca como Hawái no deja de impresionarme. Cuando veo el sol ponerse en un cielo que pasa del rojo al rosa y luego al negro, o cuando saboreo la calidez del Océano Pacífico al surfear a primera hora de la mañana, me invade una sensación de satisfacción y gratitud por vivir en un sitio así.

Pero el antiguo impulso por explorar se ha convertido en un desconocido, un hombre cuya cara he olvidado. Me he dado cuenta de que hay cosas y personas que son más importantes que mi deseo de cambiar de escenario, por muy hermoso que pueda ser. Lo más importante de mi vida se oculta a plena vista en la cara de tres niñas y una mujer a la que le gusta que friegue los platos.

Así que ésta es mi conclusión. Si pudiera vivir en cualquier lugar del mundo, sería difícil que eligiera otro sitio que no fuera Hawái. Pero la elección del lugar es prácticamente irrelevante frente a la elección de las personas con las que compartir mi vida.

La gente que nos rodea y los objetivos de nuestra vida pueden convertir el polvo de la ciudad, la carrera de la rata más brutal o el desierto más aburrido en un verdadero paraíso. La decisión vital de empaquetar todo lo que teníamos y mudarnos a una isla paradisíaca barata en medio del Pacífico ha cumplido su finalidad. Un lugar sólo puede ser tan bonito como las personas con las que lo compartes.

  • spotify
  • apple podcast
  • ivoox

¿Te gusta el podcast?
Entonces te encantarán los episodios premium y la comunidad.

Sobre este podcaster ninja

podcaster En internet soy Pau Ninja y aunque tengo muchos blogs de mil temáticas que me parecen interesantes… Sólo tengo un podcast. Este. En la senda hacia el conocimiento cambié la katana por un micrófono para combatir la sed de curiosidad.