#204. Siempre he querido ser lo más libre posible en todos los sentidos, pero de poco me sirve si no hay un propósito que acompañe a la libertad. O eso me voy repitiendo últimamente… Qué sabré yo si sólo soy un calvo de internet.
Obligación vs. Propósito
Cuando empecé a trabajar por mi cuenta, no me preocupaba tanto la presión por cumplir, por conseguir clientes, por ganar dinero. Huía de tener un jefe, de aburrirme en el trabajo y de deber mi tiempo a una persona, a un lugar. Porque esas eran responsabilidades que no soportaba tener.
Me sentía mucho más cómodo estableciendo mis propios plazos, aportando ideas y pidiendo trabajo a la gente, a pesar de tener que aprender primero todas esas cosas. Esta distinción de lo que te sientes cómodo asumiendo puede tener consecuencias externas, pero proviene de un lugar interior.
La responsabilidad es libertad, siempre que elijas una labor que te guste. Entonces no será una obligación, sino tu propósito.
Una carga de la que no podemos desprendernos
Si tus obligaciones recurrentes en el trabajo te hacen sentir constantemente como si estuvieras rebotando en una olla a presión, son el tipo de obligaciones equivocado.
Las obligaciones de ser madre son diferentes de la responsabilidad de un director general y tienen poco en común con las cargas de un autónomo a distancia. Pero todos somos buenos responsables de cosas diferentes.
A menudo subestimamos el impacto negativo que puede tener un desajuste de responsabilidades. Muchos de nosotros corremos de un lado a otro como pollos, el trabajo siempre nos parece un trabajo y, oh, el estrés de todo ello. Pero si no aprendemos a amar los días aburridos, los emocionantes nunca podrán llenar este enorme agujero en nuestra felicidad cotidiana.
La pregunta “¿por qué haces lo que haces?” tiene muchas respuestas complejas. Pero incluso si las agrupamos en temas de alto nivel como la fama, la fortuna y la libertad, al final, las elecciones correctas obtendrán esta respuesta: «Porque mi objetivo conlleva responsabilidades que me siento bien llevando».
Todo es responsabilidad. Al final de tu vida, te arrepentirás de muchas cosas o sólo de unas pocas, pero todo es un reflejo de la responsabilidad que asumiste al decidir lo que hiciste con tu tiempo. Esa es una carga de la que nunca podremos desprendernos, independientemente de los objetivos a los que nos dediquemos.
Por eso, no es la ausencia de responsabilidad lo que nos hace felices, sino la elección del conjunto adecuado en el momento oportuno: elegir tareas que nos guste cumplir y que nos sintamos seguros de poder cumplir.
Tal vez, la mejor pregunta sea: “¿Qué tipo de responsabilidad se siente más ligera en tu mente?”
Si respondemos correctamente, siempre nos sentiremos libres. Independientemente de nuestras obligaciones.
Libertad desde dentro
Se supone que Sócrates dijo que «la vida no examinada, no vale la pena vivirla». Si todo lo que hacemos es imitar a quienes admiramos, puede que un día nos despertemos y nos preguntemos qué se sentiría al ser realmente nosotros mismos.
Pero hoy en día, muchos de los que reflexionan sobre esta idea la asocian con la libertad total, la independencia financiera y la ausencia total de responsabilidades.
Esto no sólo es irreal, sino que es ilusorio. Porque el propio concepto de responsabilidad nunca desaparecerá de nuestras vidas.
Sólo cuando aceptemos que siempre tendremos algún grado de obligación (que, como humanos, estamos obligados a cumplir) podremos empezar a elegir nuestras obligaciones deliberadamente. Estas elecciones dictarán en qué canalizamos nuestra energía y cómo diseñamos nuestras vidas, pero deberían repercutir desde dentro hacia fuera.
Cualquier cosa que defendamos debería hacernos sentir orgullosos, y deberíamos querer abordarla con amor y cuidado, porque cuando lo hagamos, no nos importará la presión que a menudo ejercen nuestros objetivos. Disfrutaremos de nuestras rutinas y de nuestro ritmo.
Sobre todo, aprenderemos a ser felices y libres.
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